Cogieron sus
herramientas del beso,
con su
disponibilidad de viernes.
Raptaron una
calle silenciosa,
empedrada,
bajo un arco
mudéjar.
Era al
anochecer.
Coincidieron
sus ojos, su olor,
su respiración,
sus cuerpos.
Era sencillo
anidar en el beso,
enredarse en
un abrazo,
sonreír como
un tonto,
saborear un
parpadeo…
Todo estaba
saliendo como lo habían planeado…
Pasaron
varios días.
Besos
anidando en cornisas,
viernes secuestrados,
la calle
empedrada y solícita
con su arco
de enfado
no era la
misma
al anochecer
.
Los ojos habían
huido
llevándose
el olor,
haciendo
irrespirable el cuerpo.
Nada estaba
saliendo como lo habían planeado…
Aprendió que
el silencio,
la cobardía
del silencio,
el labio
prostituto
del
silencio,
el lazo con
cadáver
del silencio…
nace de los
bullicios
del silencio…
Sólo hay un
silencio peor,
tras él no
hay más planes maestros
que fracasan
con viernes premeditados,
en calles
abarrotadas de ictericia
con besos
pretéritos y cuerpos devorados por la afonía de los gusanos.
El mecanismo
del beso necesita dos labios, un tiempo y un lugar.
Y la
tragedia humana suele desmembrar este, a priori, sencillo régimen..
…aunque uno
de los labios espere anocheciendo bajo los arcos…