La ventana dormida llega tarde a un
amanecer.
Los sombreros caen en la trampa del
otoño.
El tiempo es millonario en un
rolex, y relativo…
Unos niños queman a sus padres
ante la mirada de un cristo.
Los bomberos rezan antes de escupir
su salvaje asesinato del fuego…
La noche entregó su escondite para
el delirio diario.
Un par de zapatos taconean y hacen
crepitar un hueso de pollo.
El acerbo de las puertas te deja
dentro o fuera,
no puede haber indiferencia.
Los cuchillos parten el pan, que desangra
unas migas,
el hambre hace el resto.
El sol eléctrico está calculando su
distancia a la próxima nube,
los últimos besos del botox caen en
la sábana raída…
¡Yo espero un tren para alejarme
“de” y llegar “a”!
La distancia más corta entre dos
puntos es la muerte.
La basura goza de sus últimos
minutos de intimidad.
Los bomberos fuman en el incendio:
fuego al fuego.
El humo huye con los restos del
parricidio,
los sombreros hablan de ello con
los zapatos,
el edificio baila con sus ventanas
agitadas por el viento,
el tiempo millonario se empobrece
con un retraso,
los trenes llegan, pero en ninguno
estás tú,
y ahora creo que la distancia más
corta entre dos puntos
es esperarte tras esta ventana
dormida.