Caen de un cajón vacío las últimas promesas recluidas de la luz;
las promesas suelen ser calvas... se rasuran en el barbero de las realidades.
Cuando llegan, llegan tarde, en un avispero enojado que nos jode a picotazos.
No merece la pena guardarlas en el cajón de las fragancias,
todo lo enmierdan con un gesto y un silencio de manicomio.